miércoles, 28 de diciembre de 2011

Vayamos al grano

El arroz alimenta a la mitad del mundo, y la demanda está creciendo a medida que las poblaciones y los apetitos van aumentando. Para 2040 la humanidad tendrá que producir 1.000 millones de toneladas cada año, 40% más que actualmente.
Pero el cultivo más importante del mundo también necesita más agua para crecer que cualquier otro. Para producir un solo kilogramo de arroz se necesitan entre 2.000 y 3.500 litros, según el clima y el tipo de suelo en el cual se lo cultiva. En la India da cuenta de más de un 70% de toda el agua usada en su agricultura.
El cultivo de arroz ya está agotando los suministros de agua subterránea en muchas zonas y en ocasiones hasta lleva a conflictos locales. De manera que, ¿cómo puede esperar la humanidad que será posible producir lo que hará falta en el futuro, dado que el agua ya es cada vez más escasa hoy día? Cambiando la forma en que es cultivado, dice Biksham Gujja, consejero político de WWF (la organización para la conservación) para asuntos mundiales relacionados con el agua. Según Gujja, el cambio a la práctica de un nuevo sistema de cultivo, usado ahora en más de 40 países (si bien en pequeña escala), puede aumentar considerablemente los rendimientos con hasta sólo la mitad del agua y los fertilizantes usados tradicionalmente.
Desarrollado en Madagascar a principios de los años 1980 por un sacerdote jesuita francés llamado Henri de Laulani, el Sistema de Intensifi cación del Arroz (SRI), “no es tecnología sino metodología,” explica Gujja. “Los cultivadores pueden plantar la variedad de arroz que prefi eren, pero luego la cultivan según las prácticas SRI.”
Tal vez la innovación más drástica consista en eliminar el arrozal inundado, concentrándose en cambio en mantener hú medo el suelo. La inundación, dice Gujja, “se usa únicamente para controlar las malezas”.
En vez de ello, con el SRI, los agricultores deshierban la tierra ellos mismos con herramientas básicas, lo cual además conlleva el beneficio adicional de airear el suelo y mezclar los nutrientes. “Al principio
esto es una tarea algo difi cultosa,” dice, “pero una vez que los campesinos han visto
el benefi cio y reconocido su importancia, no tardan en acostumbrarse.”
Lleva menos de una décima parte de las semillas necesarias para el cul tivo convencional
–lo cual corta el costo– y supone plantar plantones muy jóvenes (de diez días de edad) a inter vales regulares y muy espaciados, a 25 centímetros uno del otro.
“Lo más difícil es convencer a los agricultores de la importancia de plantones tan jóvenes,” explica Gujja, “pero eso es el elemento crítico porque permite la infi ltración de la luz del sol y un desarrollo robusto
de las raíces –lo que disminuye la necesidad de fertilizantes sintéticos– al mismo tiempo de facilitar la escarda.”
Y mientras cultivar arroz en aguas estancadas exige crecientes cantidades de fertilizantes y pesticidas cada vez más costosos, el sistema SRI usa “abonos orgánicos o menos de la mitad de la dosis de fertilizantes
artifi ciales, que de otro modo causarían la contaminación de los ríos y la tierra”.
“Según se informa,” agrega Gujja, “los ahorros de agua resultantes de los cultivos SRI se sitúan entre 30 y 50%”. El aumento en el rendimiento varía según las condiciones, “pero en la mayoría da un rendimiento 30 a 40% más alto de lo que resulta de un sistema convencional, y es normal obtener 1 tonelada más por hectárea como mínimo”. Muchos agricultores han informado rendimientos superiores a 10 toneladas por hectárea (el promedio nacional de la India es 3) y hasta de 15 toneladas.
“Algunos científi cos agrícolas aún se muestran escépticos, pero los agricultores, desde Malí a la India, están entusiasmados.”
En la era de una crisis de agua, una crisis de alimentos y una crisis fi nanciera, ésta es una solución simple basada en la tierra misma, que no necesita grandes inversiones en infraestructura, ni desarrollo científico
a largo plazo de variedades de arroz especiales, ni insumos costosos de ninguna clase. Las comunidades puedes ayudarse a sí mismas, aumentar sus rendimientos y enseñar a sus pares en vez de tener que depender
de expertos.
“Y por supuesto también hay un benefi cio en cuanto al cambio climático,” concluye Gujja. “Los arrozales inundados despiden grandes cantidades de metano, un potente gas de efecto invernadero. Pero es un hecho
sabido que el cultivo SRI reduce estas emisiones en forma significativa.”

Fuente: Revista Tunza / Pnuma
www.unep.org

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