miércoles, 7 de marzo de 2012

El agua y su contribución a la economía verde

Preparándonos para la Cumbre de Río 20 años después.


La Cumbre de la Tierra del año 1992 fue capaz de convocar a representantes de la práctica totalidad de la Naciones del mundo y de sus ciudadanos para crear una visión compartida sobre la magnitud de los retos ambientales y sobre la necesidad de tomar acciones urgentes para resolverlas. En su momento, la cumbre sirvió como catalizador para la creación de un “movimiento ciudadano global”, de espacios de diálogo y concertación entre los gobiernos y la sociedad civil y para sentar las bases de una activa comunidad internacional. Todo ello alrededor de la necesidad compartida de encontrar caminos para reconciliar las aspiraciones del progreso económico con la conservación del medio ambiente y con la construcción de un mundo más igualitario.
Hoy en día, todos reconocemos que la crisis ambiental está íntimamente relacionada con la economía y la sociedad y que ninguna solución realista puede resolverla sin acometer al mismo tiempo los problemas del desarrollo y de la exclusión social. Del mismo modo, no hay soluciones sostenibles de la pobreza, ni logros económicos duraderos que no estén sustentados en un uso sostenible de los múltiples servicios que presta el medio ambiente a la economía. En otras palabras, las crisis superpuestas del desarrollo y del medio ambiente deben tener una respuesta integrada y común. Además de ello, a través del principio de “responsabilidad común pero diferenciada” la Cumbre de Río reconoció la mayor responsabilidad de los países avanzados, tanto en el origen de los problemas como en aportar soluciones a los mismos, asumiendo también que la salida de los mismos debe ser equitativa sin que suponga la renuncia de los más pobres a sus legítimas aspiraciones de progreso económico. No sólo se requieren acciones nacionales sino también políticas internacionales y esfuerzos compartidos y que las acciones en los países en desarrollo se apoyen en iniciativas internacionales encaminadas a conseguir el desarrollo sostenible.

La Cumbre Río +20. La Economía Verde y el paso adelante en la agenda del desarrollo sostenible

En junio del 2012, coincidiendo con el 20 aniversario de la Cumbre de la Tierra, Río de Janeiro volverá a convocar los representantes de los gobiernos, la sociedad civil y las organizaciones internacionales. Pero esta vez, el balance de lo conseguido y de las tareas pendientes será más importante que la identificación de los problemas y de la magnitud de los retos y, también, la estrategia a seguir para afrontar los nuevos retos será mucho más importante que la definición de criterios y principios para la acción. En este contexto es en el que debe entenderse el concepto emergente de la Economía Verde, que ha servido para articular muchos de los esfuerzos y reflexiones en la preparación de la Cumbre de Río +20. La Economía Verde no es más, ni menos, que el marco práctico y operativo que ha de servir para poner en práctica los tres pilares del desarrollo sostenible (ambiental, económico y social). De acuerdo con UNEP (el Programa Ambiental de Naciones Unidas) la Economía Verde es el “nuevo paradigma del crecimiento económico” y consiste en aquella economía capaza de conseguir la mejora en el bienestar y reducir las igualdades en el largo plazo sin exponer a las generaciones futuras a riesgos ambientales ni límites ecológicos.

La economía verde: como concepto dinamizador

La Economía Verde es hoy por hoy un concepto abierto. Es una oportunidad para generar un nuevo sector en la economía que debe promoverse por su potencial demostrativo y para producir bienes ambientalmente sostenibles (para minimizar el uso del agua, la energía o las emisiones, etc.), una apuesta por promover un tipo de desarrollo tecnológico (basado en energías renovables, métodos alternativos de transporte, alternativas de reutilización y reciclado, etc.), un impulso a las inversiones en servicios de agua que contribuyen al desarrollo económico y la erradicación de la pobreza, de manera que estemos menos sometidos a las consecuencias de los fenómenos climáticos extremos. .La Economía Verde, ya ha dado un fruto importante: servir como catalizador y aglutinador de los esfuerzos individuales, nacionales e internacionales para hacer operativa una aspiración común.
En términos prácticos, la Economía Verde, se sustenta en la promoción de tres líneas de acción claramente diferenciadas e integradas entre sí. En primer lugar, los países desarrollados deben asumir el liderazgo para cambiar sus patrones de producción y consumo y en consecuencia su modelo económico. En segundo lugar, los países en desarrollo deben conseguir que su transición al desarrollo se consiga por caminos alternativos sostenibles. En tercer lugar, los primeros se comprometen a apoyar el desarrollo sostenible de los segundos mediante la transferencia de tecnología y recursos financieros y mediante reformas estructurales en el ámbito del comercio, los mercados y las instituciones internacionales.
La División de Naciones unidas Para el Desarrollo (DESA) resalta las importantes dimensiones macroeconómicas de la Economía Verde. Esta es, como se menciona arriba, una salida estructural de la crisis de demanda en el corto plazo y una alternativa de crecimiento en el medio y el largo plazo en los países avanzados. Para las economías en transición supone una verdadera posibilidad de acceder al progreso económico evitando el camino seguido en su momento por las naciones avanzadas y, como el equivalente de “una nueva revolución industrial” encontrar un sitio entre las naciones prósperas mejorando el estado del medio ambiente.

El agua y su contribución a la economía verde

El agua en la Economía Verde está llamada a jugar un papel central debido a su importancia crítica en el desarrollo económico. El crecimiento sostenido de los países desarrollados sólo es posible si se reconoce la capacidad limitada de los ecosistemas hídricos para proveer a la economía del agua necesaria para la agricultura, la industria, la producción de energía y todos los demás bienes en cuya fabricación el agua es un insumo indispensable. El abastecimiento de poblaciones con niveles de vida y aspiraciones crecientes exige estrategias que acomoden esas demandas dentro de las capacidades disponibles en la naturaleza y que obliguen a pensar en una racionalización del consumo desde cada hogar hasta la configuración de las ciudades. Existen tecnologías disponibles para disminuir el consumo, reducir las cargas de contaminación que reciben las aguas y para hacer innecesarias mayores obras hidráulicas de destinadas a adaptar los procesos naturales a las necesidades del sistema económico. Estas tecnologías, mediante la racionalización del uso del agua, pueden permitir obtener más valor económico con menos presiones sobre el agua y tiene entonces el potencial de armonizar el progreso y la conservación. Sin embargo, es necesario superar múltiples barreras institucionales, de información y financieras que permitan poner en práctica estas alternativas en una estrategia social
El avance hacia la economía verde, especialmente en los países avanzados, no sólo es posible en el ámbito de la tecnología y los conocimientos disponibles, también ofrece una oportunidad para favorecer el desarrollo tecnológico y la transformación productiva. Lo primero, constituye una oportunidad el avance del conocimiento y lo segundo, la emergencia de sectores como las energías renovables, las fuentes alternativas de agua, los tratamientos avanzados de depuración, las tecnologías de ahorro, etc., con un elevado potencial de crecimiento en los mercados nacionales e internacionales. Todo ello supone una alternativa para la recuperación económica a corto plazo y el crecimiento a medio y largo plazo. La iniciativa de la Economía Verde de la UNEP (el programa ambiental de Naciones Unidas) resalta que los programas de estímulo a la economía, además de servir para suavizar el ciclo económico, si se orientan al estímulo de iniciativas relacionadas con la Economía Verde pueden contribuir a la creación de empleo y evitar la destrucción de puestos de trabajo en mayor medida que las inversiones alternativas.
En los países más pobres el acceso a los servicios de agua y saneamiento no es sólo una condición necesaria para la superación de la pobreza mediante la cobertura de una necesidad básica, sino que también es una condición necesaria para el progreso económico. Los objetivos del milenio demuestran que el acceso al agua permite mejorar las condiciones de salud, aumentar la expectativa de vida, potenciar la educación, liberar tiempo básicamente de mujeres y niños, todos ellos recursos que pueden ponerse al servicio de la mejora en los niveles de vida. Pero es necesario gestionar el agua para garantizar la sostenibilidad en la producción de alimentos, a través del progreso indispensable de la agricultura y para proteger los avances obtenidos del riesgo del agotamiento y la contaminación de las fuentes de agua, así como de los fenómenos extremos de sequía e inundaciones y de los riesgos del cambio climático.
Los desafíos principales consisten en afrontar la crisis del agua en todas sus dimensiones. El primero de ellos es la escasez. Esto exige poner freno a la senda de crecimiento de la demanda de agua con una oferta menguante y cada vez más incierta (en 2041 la demanda superará globalmente a la oferta de agua en un 40% y dos de cada tres personas vivirán en zonas con estrés hídrico y vulnerables al cambio climático) del agua en los próximos años. Todo ello exige la eliminación de barreras y la creación de mecanismos institucionales para favorecer la transición tecnológica, el ahorro de agua, la mejora en los métodos de riego, la promoción de la recirculación y del uso de aguas desaladas y regeneradas dentro de eficiencia hídrica.
El aumento de la escasez viene acompañados de la degradación acusada de todos los ecosistemas proveedores de agua con la consecuente pérdida de biodiversidad. Revertir este proceso es el segundo gran desafío y consiste en conseguir que los beneficios individuales no se consigan a costa de las pérdidas de otros ni de la destrucción del patrimonio colectivo. Por ese motivo es necesario mejorar la gobernanza de los ecosistemas hídricos: es decir, la definición de los derechos de propiedad, la incorporación de los costes totales del agua en las decisiones de unos y otros, favorecer el pago por la provisión de servicios ambientales de provisión de agua, de retención de sedimentos, de mejora de la calidad, etc. que pongan en común los intereses de unos y otros usuarios a lo largo del territorio.
El tercero es la contribución del agua a la erradicación de la pobreza y la mejora en la igualdad mediante el acceso de los más pobres a servicios de agua y saneamiento. El informe sobre erradicación de la pobreza y la economía verde del panel Global de la Sostenibilidad insiste en la importancia de la preservación de los ecosistemas como elemento crítico para proteger la satisfacción de derechos básicos de acceso al agua, la energía, el aire limpio, especialmente para los más pobres.
Los países y los acuerdos internacionales están llamados a articular una política tecnológica que dinamice la investigación y la innovación mediante señales claras, creación de estándares, reconocimiento de patentes y derechos de propiedad, aumentos del tamaño del mercado, adopción de estándares, estímulo de los cluster tecnológicos y todas las opciones existentes para acelerar el descubrimiento de nuevos productos y procesos, permitir que estos se beneficien de las economías de escala y de las economías de aglomeración que favorezcan la difusión y reduzcan los costes de información y de adopción de las tecnologías verdes. Sólo la adopción del concepto de Economía Verde a nivel internacional es un poderoso elemento para estimular la competencia de los esfuerzos nacionales para posicionarse en los nuevos mercados que son, precisamente, los que tienen mayor potencial de crecimiento.
La construcción de este complejo de alternativas para superar las barreras que permitan transformar la economía (mediante inversiones, información, reformas estructurales, políticas tecnológicas, sistemas de incentivos, etc.) en los distintos sectores de la economía, a nivel local regional, nacional e internacional, con el fin de conseguir el avance hacia una economía próspera, es la ambiciosa tarea que en este momento aglutina los esfuerzos de múltiples personas e instituciones y sobre la que se informará y se hará balance en la segunda cumbre de Río. 

Fuente: Josefina Maestu (Directora de la Oficina de Naciones Unidas de la Década del Agua; Agua para la Vida 2005-2015) y Carlos Mario Gómez (Profesor Titular, Universidad de Alcalá de Henares e IMDEA)

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