La mayoría de los científicos del clima están de acuerdo en que el calentamiento global intensificará, acelerará o acentuará el ciclo hidrológico global. En la actualidad existen indicios que confirman que este proceso ya está en marcha.
Mientras que la evolución de las precipitaciones en algunos lugares del mundo ha sufrido variaciones, en otras zonas las pautas de precipitaciones prácticamente se han mantenido inalteradas durante el período en el que fueron recopilados los datos. Asimismo, se han observado transformaciones en la extensión de la cubierta de nieve, en el equivalente en agua de la nieve y en la frecuencia con la que las precipitaciones caen en
forma de nieve. Más de un 15% de la población mundial vive en zonas donde la disponibilidad de los recursos hídricos depende en gran medida del deshielo de las capas de nieve efímeras o de los glaciares perennes. A pesar de las evidencias de las alteraciones en las temperaturas hay pocos indicios de cambios detectables en la evaporación y evapotranspiración.
El cambio climático se ha superpuesto a un paisaje hidrológico de por sí complejo, lo que dificulta el análisis de sus efectos. Sin embargo, su influencia se ha hace sentir en el suministro de agua, en la demanda y en los sistemas de amortiguamiento. La información de la que se dispone en cuanto a extensión, continuidad y cobertura espacial es insuficiente para esclarecer la situación mientras la variabilidad climática
y la variabilidad multianual relacionadas con pautas de circulación atmosféricas a gran escala influyen en la interpretación de muchas tendencias que aún no se entienden por completo A pesar de las limitaciones de las bases de datos globales, numerosos estudios demuestran que las escorrentías y los caudales han experimentado cambios. Muchos de ellos se han centrado en los extremos inferiores (sequías) y superiores (inundaciones). Excepto en las regiones donde los caudales se ven afectados por las aguas procedentes del deshielo, la conclusión general es que las tendencias globales no están presentes o no pueden detectarse en este momento, a pesar de que los cambios asociados al cambio climático son evidentes en algunas regiones. Las aguas subterráneas han sido utilizadas de forma intensiva por los seres humanos para el suministro de agua y la agricultura.
Mientras que diversos esquemas de extracción de aguas subterráneas accede al agua fósil (agua bajo condiciones diferentes de las actuales), las aguas subterráneas renovables dependen en gran medida de los volúmenes de recarga variables.
Por consiguiente, es realista esperar que futuros regímenes de recarga reflejen cambios en los procesos hidrológicos como la precipitación y la evapotranspiración provocados por cambios climáticos anticipados. Cada vez está más claro que la asunción de la estacionalidad estadística ya no es una base defendible para la planificación de los recursos hídricos.
Una de las consecuencias de un sistema hidrológico en evolución es su interacción con el ciclo del carbono terrestre. La biosfera terrestre habría absorbido aproximadamente un 25% de las emisiones antropógenas de carbono durante el último siglo. No está claro cuánto puede continuar esta situación.
3° Informe de las Naciones Unidas sobre el desarrollo de los recursos hidricos en el mundo
Capítulo 11
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